Bienvenido de Vuelta
Zhao Kongcheng quedó atónito.
No esperaba que este estudiante de secundaria que se veía aparentemente común dijera esas palabras, mostrando pensamientos tan maduros.
Recién entonces se dio cuenta de lo ridículo que había sido intentar apelar con un discurso impulsivo y apasionado, típico de la sangre joven.
Lin Qiye no era un estudiante común.
Lin Qiye se levantó, caminó directamente hacia la puerta, vaciló un momento y se detuvo.
—Gracias por contarme tanto. Firmaré el acuerdo de confidencialidad.
Luego abrió la puerta y salió.
Esta vez, Zhao Kongcheng se quedó sentado en la cama. Se incorporó ligeramente, como si quisiera detenerlo, pero, tras una breve pausa, volvió a sentarse con desgano.
Sabía lo que representaba ese joven y sabía que tenía la misión de llevarlo de vuelta a la base, pero...
No podía hacerlo.
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—¿Xiao Qi, por fin volviste? ¿Por qué no llevas el uniforme escolar hoy?
—Tía, me levanté deprisa esta mañana y olvidé ponérmelo.
—¡Tú, chico...! ¿No te regañará el profesor por no llevarlo?
—Solo me dijo dos palabras: no importa.
—Ah, Xiao Qi, apenas te transfirieron a esa nueva escuela. No dejes una mala impresión en los profesores; sé más cuidadoso, ¿De acuerdo?
—Lo sé, tía.
—¿Cómo te llevas con tus compañeros? ¿No te están excluyendo?
—No, nos llevamos bien. Ellos me trajeron a casa y yo los acompañé.
—Eso está bien. Eso está bien.
—Voy a mi habitación, tía.
—Está bien, acuéstate temprano.
¡Bang!
Lin Qiye cerró la puerta, se dejó caer de espaldas sobre la cama, miró la noche por la ventana de su cuarto y dejó escapar un largo suspiro.
El mundo era mucho más complicado de lo que había imaginado...
Aunque, tampoco tenía mucho que ver con él.
Después de descansar un rato, Lin se sentó y empezó a quitarse la ropa, cuando un objeto duro cayó de su bolsillo.
¡Clink, clink!
Lin Qiye miró hacia abajo, recogió el objeto y una duda cruzó por su rostro.
Era un adorno metálico, como un escudo de armas, un poco más grande que una moneda, hecho de un material desconocido que transmitía una leve sensación de frio al tacto.
En el frente se mostraban dos espadas cruzadas, cuyas hojas emitían un tenue resplandor azul, con un cielo nocturno estrellado como fondo. El diseño era extremadamente elaborado.
En la parte inferior del patrón había una serie de palabras escritas: Zhao Kongcheng.
Los ojos de Lin Qiye se entrecerraron ligeramente. Recordó que Zhao Kongcheng, al arrastrarlo al hotel, parecía haber tocado su bolsillo.
¿Lo habría perdido accidentalmente?
Lin Qiye jugó un rato con ella, lo giró y vio que en el reverso estaban grabadas unas líneas de texto:
"Si la oscuridad finalmente desciende, yo me alzaré ante las masas, blandiré mi espada hacia el abismo y teñiré los cielos de sangre."
¿Lo escribió Zhao Kongcheng? ¿O era el lema de los Vigilantes Nocturnos? Con lo tonto que parece no se veía como alguien capaz de escribir algo así…
Tras un rato, Lin dejó el adorno sobre la mesa, se cambió de ropa y se metió en la cama.
Esta noche, tenía algo muy importante que hacer.
Cerró los ojos y hundió su conciencia en el hospital psiquiátrico de su mente.
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En el pequeño patio del hospital, Nyx estaba sentada en una mecedora, susurrando algo con una leve sonrisa en los labios.
Si se ignoraba la opacidad de sus ojos y los objetos extraños a su alrededor, su porte noble hacía que pareciera una imagen hermosa.
Pronto, Lin Qiye apareció caminando lentamente, vestido con una bata blanca. Incluso llevaba unas gafas sencillas colgadas del cuello para sumergirse en el papel de un psiquiatra auténtico.
Se acercó a Nyx, quien lo miró con ojos vacíos y soltó un suspiro.
En los textos mitológicos que había consultado, Nyx era una de las diosas más antiguas y poderosas del panteón griego. Su posición y fuerza eran indiscutibles.
Sin embargo, tenía un rasgo único:
Amaba tener hijos.
Lin Qiye había contado al menos veinte descendientes de Nyx, entre ellos figuras tan famosas como Tánatos, dios de la muerte; Hipnos, dios del sueño; y otras deidades relacionadas con el destino, la desgracia y el espacio.
La mayoría de ellos eran dioses malévolos que causaron estragos en el mundo humano y terminaron enfrentando trágicos destinos.
Lin Qiye sospechaba que el trauma de Nyx estaba relacionado con sus hijos. Quizás, como aquellos pacientes que crean ilusiones para compensar sus pérdidas, Nyx veía en esos frascos a sus hijos.
¿Qué les había ocurrido a sus hijos para provocar una reacción tan drástica?
No lo sabía.
Mientras la veía murmurar sobre sus hijos, algo en su interior se conmovió.
Nyx, la imponente diosa de la noche no era más que una madre esperando ansiosamente el regreso de sus hijos.
Lin Qiye reflexionó un momento y finalmente se decidió. Dio un paso adelante, se inclinó frente a ella y susurró:
—Madre, he regresado.
En ese instante, los ojos de Nyx brillaron como nunca lo habían hecho.
Con las manos temblorosas, lo abrazó con fuerza y, tras una larga pausa, murmuró con voz temblorosa:
—Bienvenido de vuelta, Tánatos, hijo mío...
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mode_commentComentario de Spice121U
(*)Tánatos es la personificación de la muerte no violenta en la mitología griega. Representado como un joven alado, Tánatos es hijo de Nyx (la Noche) y Érebo (la Oscuridad). A diferencia de Hades, quien gobierna el inframundo, Tánatos simboliza la muerte tranquila y natural, opuesta a las muertes violentas asociadas con las Keres, sus hermanas.
A menudo aparece en mitos llevando a las almas al más allá, cumpliendo un rol neutral más que malévolo. Aunque temido por los mortales, su papel es esencial en el equilibrio entre la vida y la muerte.