La Espada Bajo la Luna
La punta rota del bastón atravesó el cerebro del monstruo, eliminando toda vida de él; pero, aun así, la inercia de su salto se mantuvo. Su enorme cuerpo cayó como una bala de cañón empujando a Lin Qiye al suelo con la barra rota todavía en las manos.
En última instancia, Lin Qiye pudo matar a este monstruo gracias a su visión dinámica y al poder divino del Serafín; su fuerza física no había aumentado en absoluto. Este monstruo pesaba al menos 200 kilos, y con la fuerza de Lin Qiye, no podía liberarse rápidamente.
Además, tras el uso del poder divino del Serafín, Lin Qiye estaba agotado, sin fuerzas y con un leve mareo.
Justo en ese momento, el segundo monstruo, que había estado esperando en el otro extremo, se movió.
Había permanecido oculto en las sombras, finalmente hizo su movimiento. Sus piernas corrían a gran velocidad, desplazándose bajo las luces tenues de la calle y proyectando sombras que se movían como fantasmas. Una lengua larga y escarlata se retorcía extrañamente.
Lin Qiye podía ver sus movimientos, pero en este estado no podía escapar; solo podía mirar cómo los colmillos afilados y llenos de sangre del monstruo se acercaban a su rostro.
En el momento en que el monstruo estaba a dos metros de distancia, la pupila de Lin Qiye se contrajo de golpe.
Dentro de su percepción, un objeto más rápido que el monstruo se acercaba rápidamente. Parecía… ¿una persona? Sí, una persona real.
¡Swiiiish!
Lin Qiye apenas vio un destello y una figura cayó del cielo nocturno, con los pies firmemente en el suelo. El cuerpo cubierto con una capa rojo oscuro que ondeaba con el viento, revelando el perfil de un hombre de mediana edad. No era ni guapo ni feo, parecía un tipo que podrías ver en cualquier esquina, pero la intención asesina en sus ojos era tan afilada como una espada.
El hombre se agachó, mirando fijamente al monstruo a menos de un metro de distancia, y sujetó con firmeza el mango de una espada recta en su espalda.
¡Chin!
Con un sonido metálico, la hoja azul pálida reflejó la tenue luz de la luna, cortando el aire opresivo al frente en silencio.
Era una espada recta, sin adornos.
La hoja trazó una media luna en el aire y chocó con las garras del monstruo, creando una serie de chispas. El hombre avanzó un paso con fuerza y logró que la criatura, del tamaño de un oso pardo, retrocediera varios pasos.
Lin Qiye lo miraba incrédulo. Había peleado con este monstruo y sabía lo aterradora que era su fuerza, pero ese hombre lo había forzado a retroceder fácilmente.
¿Quién era?
La criatura, llena de furia, intentó atacarlo, pero dos destellos azules de la espada le cortaron las extremidades delanteras, y antes de que pudiera reaccionar, su cabeza rodó por el suelo. Guardando la espada, el hombre sacó un cigarrillo y lo encendió antes de hablar por el radio.
—Los dos demonios han sido eliminados. Que el equipo de limpieza venga a hacerse cargo.
Luego, se acercó a Lin Qiye, quien lo miraba sin decir nada. Ambos permanecieron en silencio hasta que el hombre no pudo resistirse más y preguntó:
—¿Me vi genial?
Lin Qiye se quedó en silencio, pero al ver que hablaba en serio, respondió:
—Sí, lo fuiste.
—Bien, ¿quieres ser tan genial como yo?
—No
—… ¿Por qué?
—Porque es fácil morir así —respondió Lin Qiye con seriedad.
El hombre suspiró y se presentó:
—No es un buen lugar para hablar. Vamos a otro sitio. Soy Zhao Kongcheng, y no soy un mal tipo.
Lin Qiye asintió
—Te creo, espera aquí. Iré a buscar mi mochila; dejé mis materiales de estudio
Zhao Kongcheng lo dejó ir, sentándose a esperarlo.
—Si fuera otro, estaría muerto de miedo, pero este chico sigue pensando en sus materiales de estudio… y ¡encima me rechazó!
Unos minutos después, miró alrededor, notando que Lin Qiye ya no estaba.
—¿¡Qué rayos!? ¿¡Se escapó!?
—¿Ge, por qué volviste tan tarde hoy? —preguntó Yang Jin, mirándolo cansado. —¿Y tú bastón guía?
—Perdí el bastón por accidente —dijo Lin Qiye, ocultando las heridas de sus manos.
Yang Jin lo miró preocupado
—Está bien… ¿Todo bien?
—Todo está bien. Vamos, ve a dormir temprano… Ah, y la leche está en la nevera. Caliéntala si despiertas temprano.
Yang Jin asintió, y mientras Lin Qiye cerraba la puerta de su habitación, Yang Jin, abrazando a su perro murmuró mirando la luz de la luna:
—Su cuerpo… huele a sangre.
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