Acumulación de Chispas

Autor: Prexito

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ADC - Capitulo 1
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Me gusta ser otro

Habían pasado días desde la última vez que comí algo decente. Así que, cuando me encontré frente a ese festín de mariscos, no me contuve. No solía dejar ni una migaja en el plato, pero esta vez, me pasé de la raya. Tanto, que terminé aflojándome el pantalón y cambiando mi camisa por una camiseta más holgada. Estaba por reventar.

Esa misma tarde, quedé de verme con Fernando, un viejo amigo de la prepa. Íbamos a un teatro, donde nos habían ofrecido mil dólares por un... ¿títere? En realidad, no era un muñeco de verdad. El "títere" era una persona, maquillada y disfrazada, que tenía que actuar, reír y moverse como si fuera una marioneta viva. Lo curioso es que el maquillaje era tan realista, que a veces incluso yo llegaba a pensar que estaba trabajando con un auténtico títere.

Yo era el ventrílocuo, o algo así. Siempre he sido callado y reservado, pero cuando me ponía el traje, algo en mí cambiaba. Con la gorra negra y mi nariz roja de payaso, me convertía en otro. No podía evitar molestar a la gente que pasaba, haciéndoles creer que Fernando era el que movía los hilos. Me divertía como nunca, y la verdad, el papel me quedaba como anillo al dedo.

Ese día nos tocó ir a un teatro cerca de una joyería. Un cliente había ofrecido una buena suma para comprar el personaje que interpretaba. Sabíamos que eso significaría mudarnos otra vez. Pero al entrar, la vi: una chica de cabello corto y azul, piel pálida como la nieve y unos ojos que parecían sacados de un cuento. Me quedé embobado, imaginando cómo sería si nos quedáramos juntos en esa ciudad.

Sin pensarlo, entré en personaje: “¡Hola, pechocha!”, solté, con mi voz de títere.

“Jeje, qué bonito títere. ¿Dónde lo conseguiste?”, respondió ella, con una sonrisa divertida.

“Lo hice yo. Pero ahora estoy a punto de venderlo, ¿quieres verlo más de cerca?”

“No, gracias, así está bien”, contestó con amabilidad.

No podía permitir que todo terminara ahí. Algo me empujaba a seguir. “Si tus piernas fueran miel, ya habría sido ese oso que se hubiera lanzado”.

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Su expresión cambió al instante. “¡¿Qué le pasa?! ¡No vuelva a hablarme así!”, exclamó con furia.

Fernando, sorprendido, intentó interceder, pero era inútil. Sabía que había cruzado la línea, y, sin embargo, no me detuve. Volví a afilar la lengua y disparé otra línea: “Si me las pagaras en la cara, yo podría darles crema”.

¡PAZZZZ! Sentí la cachetada en la mejilla de Fernando, como si me la hubieran dado a mí. Su rostro se tornó rojo de rabia. Se giró bruscamente, fue a buscar al cliente y me arrojó de mala gana. Sabía que había exagerado, pero no podía evitarlo. Era como si el personaje tuviera vida propia.

La chica, sin embargo, se acercó de nuevo. Sus manos comenzaron a recorrer mi pecho, mis manos y mi rostro. Estaba atónito. Justo cuando iba a hablarle, sus dedos se detuvieron. Algo en su expresión cambió. Me puse nervioso. ¿Acaso había descubierto que no era un títere de verdad?

No aguanté más y me giré para enfrentarla. Comencé a explicarle todo, quién era, qué hacía, por qué decía esas cosas… pero no respondía. Sus ojos seguían mirándome fijamente, pero sin el menor parpadeo.

Me acerqué un poco más. Y entonces sucedió.

¡PAZZZZ!

La chica se desplomó como un muñeco de trapo. La miré incrédulo y ahí lo vi: una pequeña llave salía de su espalda. Estaba oxidada y apenas giraba. Me quedé helado. No podía creerlo. ¿Había estado hablando con una verdadera marioneta todo este tiempo?

Las farsas se volvían reales. Y de repente, no supe quién era el títere y quién el titiritero.


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