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TE - Capítulo 10
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Dejándolo todo atrás

Kevin estaba descansando en la mansión de Lauren y al despertarse se acordó de su bicicleta.

—Tanta preocupación y al final perdí mi bicicleta —dijo Kevin levantándose de la cama agitado y ve a un criado con cara seria, mayor de edad con unos lentes oscuros sentado en un asiento a unos metros de la cama.

—¿Quién es usted? —Kevin mira al criado y luego observa el cuarto—. ¿Dónde estoy?

Kevin se mira a sí mismo y se acordó de que no traía su ropa pues estaba vestido de ropa de dormir y se huele.

—¿Eh..? No recuerdo haberme bañado ni cambiado de ropa ¿No me diga que fue usted?

—Fue una de nuestras asistentes —dijo el hombre—. Nunca conocí a alguien que durmiera tanto y que no se despertara con todo lo que te hicieron.

Kevin por un momento se imaginó en todo lo que le pudieron hacer sin despertarse desde bañarlo hasta ponerle ropa.

—No puede ser —dijo Kevin avergonzado poniéndose sus manos en la cabeza.

El criado se rió con la boca cerrada.

 —¿Qué hora es? —preguntó Kevin.

El criado le apunta con su mano derecha hacia el reloj de pared y Kevin observa que son las 9 de la mañana.

—Desde que te trajeron has dormido 16 horas. Debes tener hambre, ya te traen el desayuno.

—¡Comida! —exclamó Kevin—. He dormido demasiado.

En ese momento entra una sirvienta joven con bastante desayuno y lo coloca en una mesa al lado de la cama de Kevin. Ella sonrió cuando vio a Kevin y este dándose cuenta le respondió con una sonrisa también y le agradeció. Ella se alejó y se detuvo cerca de la puerta del cuarto esperando que Kevin terminara.

—¿Y esa sonrisa de ella? ¿Será que ella fue quién me bañó? —pensó Kevin—. Rayos mejor me concentro en la comida.

Sin pensarlo más se lo comió todo como un león hambriento. Cuando terminó, la joven se llevó las cosas. Kevin se acordó de Lauren y le preguntó por ella.

—Ya debe estar al llegar —dijo el criado.

—Y mi ¿ropa?

—Cuando te levantes en el ropero hay ropa para que escojas.

Kevin se sorprende del servicio que le están brindando.

—Es usted…? —dijo Kevin porque se imaginaba que el criado fuera ciego por las gafas que usaba.

—Ciego —le respondió el criado.

—¿Qué? y ¿Cómo sabías donde estaba el reloj? —entonces usó la visión electromagnética un momento para comprobarlo.

—Conozco lo más mínimo de esta mansión.

Kevin se levantó de la cama y fue al armario.

—Es increíble como a ustedes se les desarrollan tanto los demás sentidos —le dijo Kevin mientras se vestía con la ropa que estaba escogida en el ropero—. ¿no debes salir mucho de aquí?

—De vez en cuando y con compañía. Una vez salí solo y me perdí.

—Eso fue una locura.

—Lo fue. Casi termino atropellado.

Kevin activó la visión electromagnética otra vez para ver sus ojos y se acercó al hombre. Y vio cómo en todo su cuerpo recorrían señales eléctricas  hacia todas las partes del cuerpo excepto a sus ojos.

—¿Por qué estás tan cerca? —dijo el criado.

—¿Qué te dijeron los doctores? —le preguntó Kevin alejando su cara del criado.

—La explicación que me dieron fue como si me hubieran hablado en otro idioma. De todas formas no les hice caso además ya estoy viejo para estarme complicando más la vida con operaciones y no me debe quedar mucho de vida.

—¿Funcionará la regeneración en esto? —dijo Kevin preguntándose y con el corazón latiendo un poco más rápido seguía pensando—. Y si no funciona. Y si le hago daño. Pero y si resulta. De todos modos dice que no le queda mucho así que no se pierde nada con intentarlo. Además la regeneración es benigna. No hace daño —Kevin le auscultó de nuevo los ojos—. Parece que tuvo una enfermedad que lo dejó ciego. Luego de eliminar la enfermedad el cuerpo no tuvo la capacidad de regenerar los nervios ópticos.

—Me gustaría hacer algo por usted respecto a sus ojos —le dijo Kevin.

—¿Qué cosa?

—Solo pondré mis manos en sus ojos.

—¿Eres mago? Muchacho. Ya yo he intentado con todo y me he rendido.

—Yo diría que no. Además no tiene nada que perder y sería como muestra de agradecimiento por ayudarme. Digamos que solo quiero orar por usted  —dijo Kevin.

—Está bien. Aunque puede que no resulte ya he perdido las esperanzas —dijo el criado.

—¿Me permite?

—Adelante

Le quitó las gafas y agarró la cabeza del criado con las dos manos, y colocó sus pulgares en sus dos ojos que ya estaban cerrados.

—No te preocupes, no te haré daño, confíe en mí. ¿Cómo te llamas? —le dijo Kevin.

—Clark.

—Yo soy Kevin. Es un placer.

—¡Espera! —dijo asombrado Clark notando una pequeña claridad con sus ojos, había pasado algunos segundos.

—¿Qué pasa? ¿Te hice daño? —le preguntó Kevin.

—No. Veo una pequeña claridad pero aún no veo bien. No puede ser. ¿Tú hiciste esto? —dijo Clark pasmado.

—¿Me permite continuar? —le respondió Kevin con una pregunta y sin pensarlo Clark lo dejó y le volvió a tocar los ojos despacio—. Tranquilo me avisas cuando creas que puedas ver.

—¿Quién eres chico?

—Solo un simple servidor.

—Creo que todo lo que sucede en la vida tiene un propósito —dijo Clark—. Serás un emisario de Dios.

—¿Quién sabe? —dijo Kevin medio riéndose.

Después de un momento el criado pudo notar una claridad enorme con sus ojos cerrados.

—¡Creo que ya! Déjame ver —dijo el criado.

—Está bien —dijo Kevin y retiró la mano de sus ojos.

El criado no podía abrir sus ojos porque era demasiado la luz que notaba y despacio trataba de abrir sus ojos, los cerraba de nuevo poniendo sus manos y así hasta que pudo abrirlos por completo. Kevin ya había desactivado la visión electromagnética. Les había regenerado los nervios ópticos hasta que vio señales eléctricas en ellos.

—Puedo ver —dijo el criado súper emocionado observándolo todo y tocando a Kevin—. ¡Puedo ver!

Luego lo abrazó, le dio las gracias arrodillándose delante de Kevin para besarle sus manos pero no lo dejó y Clark salió corriendo de emoción por toda la mansión. Cuando Lauren iba al cuarto donde estaba  Kevin vio al criado que estaba muy emocionado que se acercó a ella agarrándola por los hombros.

—¡PUEDO VER! ¡PUEDO VER! —le dijo el criado.

—¿Pero Clark cómo puedes ver? ¿Y tus lentes? —le preguntó Lauren.

—El chico del cuarto —hizo una pausa por la emoción—. Me recuperó la vista.

—Kevin —Lauren mencionó el nombre de Kevin y fue al cuarto donde estaba él.

—De alguna forma tenía que agradecer lo que hiciste por mí. Lo que no fue contigo —dijo Kevin que estaba sentado en la cama.

—¿Quién eres Kevin? Creo que no te conozco. Salvas a la familia de Beatrice de un incendio de forma inexplicable. Hiciste esa cosa extraña ayer cuando me salvaste y ahora haces que mi criado recupere su visión—dijo ella.

—No te preocupes. Sigo siendo el Kevin que conocen aunque por así decirlo con algunas pequeñas mejoras.

—Yo diría que demasiadas —dijo ella sonriéndole.

Lauren se sentó al lado de él en la cama.

—Tengo que irme.

—¿Tan rápido? ¿A penas nos estamos viendo y ya te estás despidiendo?

—Es para no meterte en problemas.

—No es para tanto —dijo ella—. Pero te entiendo un poco. Ayer no me dejaste opción cuando te desmayaste te traje a mi casa así que ya la conoces. Me habías dicho que no podías ir a la tuya.

—Gracias de verdad —le dijo Kevin tomándola de una mano—. Y es muy bonita.

—¿La casa o yo? —le preguntó Lauren.

—La casa jaja —dijo Kevin en broma.

Lauren le golpeó ligeramente el hombro a Kevin.

—Auch —se quejó Kevin y le dijo—. Tú también.

—Gracias —le dijo ella.

—Has cambiado Lauren. Ya no te veo como la chica arrogante y autosuficiente de antes.

—Eso es porque no me conocías y nos llevábamos bien —le dijo ella.

—Ahora que recuerdo ¿dónde están mis cosas? —le preguntó Kevin cambiando el tema y soltándola de la mano.

Lauren se puso de pie y trajo otra mochila con las cosas que Kevin tenía dentro. Se sentó nuevamente al lado de Kevin y la puso al lado de ella, quedando ella entre Kevin y la mochila.

—Me cambiaste la mochila.

—Sí. La que tenías era un puro desastre.

Hubo silencio un momento. Hasta que Kevin lo rompió.

—Gracias a ti también. Estoy en deuda contigo —le dijo Kevin mientras se miraban.

—¿Dónde irás? —le preguntó ella.

Kevin estando sentado se inclinó un poco pasando su cara cerca de la de ella para coger su mochila que estaba al otro lado.

—No lo sé. Solo sé que tengo que dejarlo todo atrás y empezar de cero en otro lugar.

Entonces ambos se miraron fijamente. Sintieron el deseo de chocar y en ese momento iniciaron una guerra apasionada entre sus labios tratando de averiguar quién ganaría.

—Vaya besa mejor que Beatrice —pensó Kevin queriendo terminar de besar pero ella no quería.

—Ya ya. Tengo que irme —le dijo Kevin terminando forzosamente el evento.

—No. Quédate un poco más. Despidámonos bien —le dijo ella con la respiración entre cortada.

—Está encendida. No puedo dejarla así. Sería malo para mi reputación —pensó Kevin y se acercó a ella nuevamente y batallaban de nuevo sus labios—. La puerta.

—Ya la había cerrado —dijo ella

Entonces Kevin le hizo lo mismo que a Beatrice. La hizo terminar de forma oral. Sin tener contacto sexual con ella. Usando la inducción de sentidos.

—Parece que mejoré la técnica. Misión cumplida —pensó Kevin.

—Ni siquiera lo hicimos de verdad, estoy satisfecha y casi sin energías. ¿Qué es esto? ¿Y tú no vas a terminar? —le preguntó ella aún estando acostada y ruborizada.

—No te preocupes por mí. Me complace complacer.

—¿Crees que esto fue suficiente para mí? —le dijo ella bien seria y sentándose en la cama de una forma sensual y ruborizada.

—Ya te dije que no te preocupes —le dijo Kevin pero ella se le acercó agarrándolo a la fuerza.

—¡EH! Esta chica es más fuerte de lo que me imaginaba. La he subestimado —pensó Kevin.

—No es justo que solo sea yo —dijo ella decidida a continuar.

—Rayos tengo que detenerla —pensó Kevin y la durmió con una pequeña descarga eléctrica en su cuello.

—Lo siento —le dijo Kevin en el oído de ella.

Kevin la acostó en la cama, la acomodó y se fue. Cuando salió, llamó a un taxi.

—¿Dónde vamos chico? —le dijo el chofer.

Kevin pensó en emprender su viaje en ese preciso momento solo con lo que traía encima. Revisó su cartera y tenía suficiente dinero como para viajar y mantenerse por dos días. Lauren le había dejado dinero de regalo. Le vino a la mente muchos recuerdos y pensaba en lo que tendría que dejar atrás, su carrera, familia, amigos. La condición en la que se encontraban sus padres pero ya no tendrían la carga de él. Se puso sentimental pero aún así sintió en hacerlo. Se deshizo de su teléfono móvil destrozándolo echándolo por la ventana del taxi para evitar ser localizado.

—Vamos a la terminal interestatal —le dijo Kevin al chofer

—Vaya, al fin te decidiste —dijo el taxista y tomó rumbo hacia allá.

—Cuánto durará este dolor —pensó Kevin en voz alta tocándose sus testículos ya que no había descargado después del encuentro con Lauren.

—¿Dijiste algo chico? —le preguntó el chofer.

—Tranquilo. Todo está en orden. Solo hablaba en voz alta.

Llegaron a la terminal, le pagó al taxista y tomó un autobús hacia New York ya que le saldría más barato. Esa misma mañana emprendió un viaje que duró 2 días haciendo escala en diferentes ciudades. Disfrutó el viaje contemplando las ciudades por las que pasó, a la vez extrañando todo lo que había dejado atrás y preocupándose en cómo le saldrían las cosas de ahora en adelante.


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TE - Capítulo 11
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Nuevo rumbo

Arribó Kevin a New York amaneciendo. A penas abre sus ojos despacio observa por la ventana del autobús la inmensidad de edificios, la enorme cantidad de tráfico y personas en las calles. Ambiente característico de tal ciudad. El autobús llega a la terminal, se baja de él y como no sabía qué hacer ni cómo empezar, decide caminar un poco las calles observando y conociendo un poco la ciudad.

—Necesito comer algo pero así no puedo —se dijo Kevin oliéndose y fue a un baño público, tomó un baño y se cambió de ropa. Lauren le había dejado una de más en la mochila y desechó la que se quitó.

Exploró varias cafeterías buscando un precio asequible pues todo era caro. Preguntando a los transeúntes dio con una que cumplía con sus estadísticas monetarias. Entró y vio que había una mesa de dos con un puesto desocupado.

—¿Puedo sentarme aquí? —le preguntó Kevin a la chica de piel blanca, ojos oscuros, cejas y labios pronunciados, que estaba ocupando un puesto en la mesa. Ella vestía ropa casual y el pelo negro ligeramente largo lo tenía recogido hacia atrás.

—Está bien —le dijo ella luego de pensarlo un poco.

Kevin se sentó, pidió un almuerzo y en lo que demoraba el pedido se tapó la cara con sus dos manos preocupado porque no sabía cómo se las iba a arreglar de ahora en adelante.

—No tengo valor para robarle a nadie como tampoco quiero sacar ventaja de las habilidades para sacar provecho —pensaba Kevin.

—Pareces desanimado. ¿Por qué no tomas algo para suavizar? —dijo el ella.

—No serviría de mucho —le dijo Kevin aprovechándose de que las bebidas no le hacían efecto para encubrir la falta de dinero.

—Yo invito —le dijo ella.

—No por favor. No sería capaz de aceptarlo.

—Vamos deja ese orgullo de hombre. Hay cosas que las mujeres podemos hacer también.

Kevin pensó y le daba algo de vergüenza que lo invitara una chica extraña. El silencio de Kevin ella lo interpretó como un sí y pidió algunas cervezas para acompañar con el almuerzo.

Entonces ponen una canción romántica en la cafetería mientras ellos almorzaban y bebían.

—Vaya, si tú y yo fuéramos conocidos se podría decir que estamos en una cita —le dijo Kevin.

—Salud —le dijo ella enseñando su copa y Kevin chocó la suya con la de ella y se la bebieron.

Pasó un rato. Ellos seguían conversando. La chica con semblante extrañado pidió más cerveza pero ya ella no tomaba tanto. Kevin se había tomado como 10 y no mostraba cambios de actitud. Ella en cambio tomó menos que él solo para acompañarlo y comenzaba a hablar mucho. Kevin solo asentía o no. Ella hablaba de cosas probablemente inventadas pero por lo menos se hablaba.

—Por lo menos con chicas como esta no se pasa trabajo hablando pero tiene su desventaja ya que se pierde mucho tiempo en vez de pasar a la acción si la dejas —pensó Kevin fingiendo prestarle atención a ella.

Pasado un tiempo Kevin necesitó ir al baño y cuando regresó, ya ella se había ido. Ni siquiera se habían dicho sus nombres. Kevin se desesperó al ver que no tenía el dinero para pagar todo eso incluyendo las bebidas, se le quitó el apetito pero aún así comió porque lo necesitaba. 

—¡Rayos qué ingenuo fui! Pensar en los problemas y la distracción de la chica me encerró de ver cualquier obstáculo. Al final la culpa es mía —se dijo Kevin más desanimado.

Primera vez que visita New York y termina endeudado. Cuando terminó de almorzar, la mesera (mujer de piel morena, de tamaño mediano) le trajo la nota de lo que costaba todo eso. Kevin fue directo al grano.

—Solo tengo dinero para pagar el almuerzo —le dijo Kevin apenado.

—Si no tienes efectivo puedes pagar por tarjeta —le dijo la mesera cruzando los brazos.

—No. No me entiendes, no tengo más dinero.

—Es una broma ¿no? —dijo la mesera.

—No es una broma y no me denuncie por favor. ¿De verdad no hay algo que pueda hacer para compensarlo? Acabo de ser engañado por una desconocida.

Ella lo miró con cara seria y dio un grito hacia la cocina.

—LARRY

—Sí señora —dijo un hombre asomándose por una puerta de servicio de la cafetería.

—Te envío una ayuda —le dijo ella al hombre y al cabo de un rato Kevin estaba lavando platos como todo un profesional y estaba siendo vigilado por una persona que lo custodiaba sin descansar. La mesera se acerca a él para descansar un rato y Kevin continuaba lavando platos.

—¿Hasta cuándo es esto? —le dijo Kevin un poco agotado después de varias horas lavando platos, eran las 5 de la tarde, las gotas de sudor le corrían por la cara por el calor que hacía en el lavadero de la cocina. La mesera había ido a verlo.

—Querido, esto es hasta que se acabe el día. Además no tengo la culpa de que te hayan engañado. ¿De dónde eres? —le preguntó la mesera mientras se tomaba una bebida.

—De Dallas —le respondió Kevin.

—¿Qué te trae a New York? Si se puede saber —preguntó la mesera indagando un poco ya que aunque sospechara de él veía en su rostro que no parecía una mala persona.

—Simplemente me aventuré a venir solo de visita.

—Muchos anhelan visitar la gran manzana. Bueno, lo que me interesa es que me pagues tu deuda. Ahora te dejo, tengo que seguir atendiendo a los clientes.

Kevin continuó lavando platos y escuchó en la TV del comedor las noticia que Leyla Jones una de las celebridades más famosas de los Estados Unidos iba a dar un concierto esa misma noche en New York. Kevin fue hasta el comedor de la cafetería y viendo la TV sin pensarlo demasiado se le ocurrió algo.

—¿Qué haces aquí? Sigue con tu trabajo como te llames —le dijo la mesera.

—Me llamo Kevin —dijo Kevin yéndose para el lavadero emocionado.

Ya de noche terminando de trabajar se le acerca la mesera con un poco de comida y bebida refrescante.

—Toma. Come, ya has hecho suficiente —le dijo a Kevin e hizo que la persona que lo vigilaba se retirara.

Kevin sin decir nada se comió todo rápido y hambriento.

—¿Cuál es tu nombre? —le preguntó Kevin.

—Cynthia. Trabajo de mesera pero en realidad soy la dueña del negocio.

—¿Cómo es posible? —le preguntó Kevin extrañado de que ella esté haciendo de mesera.

—Es raro pero en realidad me agrada hacerlo. No me gusta estar sentada mientras las cosas pasan. Además controlo mejor el negocio.

—Es su gusto —dijo Kevin.

—Si quieres puedes pasar la noche aquí en la casa del restaurante para que descanses pero solo podrá ser por hoy. Luces muy agotado. —dijo Cynthia.

—Gracias pero quiero ir al concierto de Leyla esta noche.

—En ese caso vas a tener que apurarte porque ya empezó.

Kevin tomó un baño y se puso otra ropa que ella le dio. Eran las 10 de la noche y Cynthia le explicó donde queda el lugar del concierto y le dio dinero para que fuera.

—¿Y eso?

—Para que tomes un taxi y para que tengas de más —le dijo Cynthia.

—Pero……

—Lo que hiciste hoy fue más suficiente para pagar tu deuda. Has trabajado duro. De dónde sacas tanta energía chico y ahora te vas para un concierto. Bueno no te detengo más.

—Gracias por todo Cynthia.

—Por nada Kevin.

Kevin se fue y tomó un taxi hasta el lugar del concierto. Se le había ocurrido ser guardaespaldas de la cantante.


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